Los laboratorios de la farmacéutica china Sinovac al sur de Pekín son tan nuevos que aún huelen a pintura. En las salas para los controles de calidad, parejas de científicos en EPI dejan caer gotas de líquido transparente en pipetas para comprobar los niveles de pureza del líquido, la concentración de proteína, la de aluminio. Varios pisos más abajo, técnicos en batas azules y protegidos con mascarillas, guantes y rejilla para el cabello, vigilan cómo, a lo largo de dos cadenas de ensamblaje, los viales de cristal transparente se etiquetan y se agrupan cuidadosamente en cajas. En los embalajes, letras negras sobre un fondo naranja y blanco proclaman el contenido: “SARS-CoV-2 Vacuna, Inactivada”.
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