Era tan grande la ansiedad, tan recelosa la esperanza, tan impaciente la expectativa, que el mundo mediático y sus adláteres sociales se han volcado en celebrar el por lo demás aburridísimo pinchazo que recibió ayer martes Margaret Keenan, una británica de 90 años que pasará a la pequeña historia de la pandemia como la primera persona vacunada del mundo. No lo es, desde luego. Si el producto de Pfizer ha podido llegar a su brazo es solo porque 70.000 voluntarios se han vacunado antes, durante los largos meses de ensayos clínicos que han demostrado su seguridad y eficacia. No parece casual que Keenan haya sido la elegida, pues ayer se reveló como una mujer muy sensata y comprometida con la sociedad. Conociendo a los británicos, tampoco creo que fuera el azar quien seleccionara como segundo vacunado a un hombre llamado William Shakespeare.
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