Paula (nombre ficticio) era una de esas niñas invisibles. Llegó a casa de Mercedes y José Manuel con tan solo un mes de vida gracias a un acogimiento urgente. Debido a una discapacidad no podía dar dos chupetones seguidos al biberón para alimentarse sin hacer un esfuerzo titánico. Hoy, siete años después, Paula es un miembro más de la familia: sonríe, come perfectamente y es atendida 24 horas al día por unos padres entregados que la quieren con locura. Ha dejado de ser invisible porque detrás de la niña hay toda una familia que disfruta viéndola sonreír diariamente. Gracias al trabajo inicial de esta pareja, aquel acogimiento se convirtió en permanente y la niña ha podido enmendar la oportunidad que el destino le había arrebatado injustamente.
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