La aprobación de la eutanasia en España, a la que solo falta la luz verde del Senado, ha recorrido un camino cimentado en nombres propios. Carlos Gómez, Ramón Sampedro, Madeleine Z., Inmaculada Echevarría, Pedro Martínez, José Antonio Arrabal y María José Carrasco son algunos de ellos, representativos por su impacto social, afirma Javier Velasco, presidente federal de Derecho a Morir Dignamente (DMD). “Cada uno tuvo su importancia, pero yo destacaría a Sampedro, por supuesto, que fue el primero con repercusión, aunque yo creo que ni él creía que lo fuera a conseguir”, dice Velasco. “Con el tiempo aumentó la valentía y la desinhibición de las personas, y también, de alguna manera, su desesperación ante una norma que creían que debía llegar, pero no lo hacía. Fue lo que pasó con María José Carrasco en abril del año pasado. Estuvieron retrasando la decisión a ver si salía una ley que había del PSOE. Cuando vieron que no iba a pasar, decidieron el suicidio”, comenta. Dentro de esta revolución de visibilidad, Velasco destaca el caso de Madeleine Z. “Fue el segundo después del de Sampedro, pero ya en este hubo una estrategia para comunicarlo bien y que llegara a la sociedad, con voluntarios de DMD y una periodista avisada de todo que escribió la mejor crónica de uno de estos casos que he leído nunca”, una táctica que se usó con los demás casos a partir de entonces.
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