En el colegio público de Hurchillo (Alicante), los alumnos saltan de clase de Lengua a un huerto para plantar berenjenas y frutas. Al rato agarran su cuaderno del tiempo y anotan observaciones meteorológicas. En Matemáticas, en los terrenos de la escuela, calculan las distancias ayudándose del vuelo de un pájaro, o de la proximidad de un árbol. Si es miércoles, entre lección y lección, los pequeños hacen zumo de naranja y lo beben a media mañana, un refrigerio natural. “Nuestro principio es pensar globalmente y actuar localmente”, explica Joaquín Marzá, su director, que dice que cuando empezó en la docencia, en un salón parroquial, tan solo contaba con “una tiza y una pizarra”. “Tengo claro que vamos a conseguir que nuestros alumnos sean hombres y mujeres más libres, solidarios, comprometidos con el medioambiente”.
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