La Fundación Santa Rita II, en la localidad turística de Puerto de la Cruz, al norte de Tenerife, se promociona en Internet como “un hogar de lujo para los más pobres”. Asegura ser una fundación cristiana “de carácter social y sin ánimo de lucro”. Y no solo eso: es una de las mayores residencias de España, con capacidad para 710 personas y 424 empleados distribuidos en cinco edificios diferentes. Este complejo “de lujo” pasa actualmente sus horas más bajas: un brote de coronavirus ha acabado con la vida de una persona y deja ya 164 residentes y una cincuentena de trabajadores infectados. Los contagiados constituyen el 31% de los 529 internos y el 10% de la plantilla. Es el mayor foco en Canarias.
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Una residencia hecha con «trocitos de cielo»
Santa Rita II es la obra del padre Antonio María Hernández, un cura tinerfeño aficionado al boxeo y fallecido en 2011 a los 75 años. Tras una larga trayectoria como misionero por Sudamérica, como biólogo y profesor de varias materias en varios colegios e institutos de la Península fue nombrado a mediados de los setenta titular la parroquia de Santa Rita, en el municipio turístico Puerto de la Cruz.
Es entonces cuando surge su idea de levantar una institución benéfica que llevaría el nombre de Santa Rita. Desde su inauguración en 1981, comenzaron los problemas económicos de la institución.
A pesar de ello, y tras recibir una donación de un feligrés a punto de fallecer, el padre Antonio decidió ampliar la iniciativa a los pocos años y levantar un “hotel de lujo para necesitados” que llamaría Santa Rita II y que se sufragaría al más puro estilo ‘crowdfunding’ (micromecenazgo): repartiendo una suerte de bulas llamadas “trocitos del cielo” a quienes aportasen a la causa. Con ellos recaudó 12 millones de euros, según refleja la página web de la fundación. La obra quedaría concluida en dos años.