Hubo un tiempo en el que la cerveza belga tuvo que defenderse con uñas y dientes de una feroz competencia. Durante la Primera Guerra Mundial, Bruselas se dejó seducir por las ales que llegaban del otro lado del Canal de la Mancha. Las brasseries enseguirda se pusieron en guardia. Fue entonces cuando uno de los hermanos Moortgart, la segunda generación de una saga cervecera de Flandes, decidió dar un paso adelante: hizo las maletas y viajó hasta Escocia, donde vivió una odisea para hacerse con una muestra de la levadura que estaba conquistando el paladar de los belgas. Tras volver a su pueblo, Puurs, empezó una investigación que le llevaría cinco años, hasta que dio con la receta de la celebrada Duvel. Con ella, no solo reconquistó las barras de Bruselas, sino también las de Londres, Tokio o Nueva York.
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