Cada mañana, Lola (nombre ficticio) sale de casa con la angustia encima. Allí deja a su hija de cinco años, infectada por covid, a cargo de su hermana de 14, que le atiende y da de comer. Las dos están en cuarentena para no contagiar a sus compañeros de clase, en un colegio de Madrid. Pero sus padres atraviesan cada mañana la ciudad en metro para ir a trabajar. “Pedí a mis jefes quedarme en casa porque mi hija había dado positivo, para no exponer a los clientes del centro comercial en el que trabajo, pero me hicieron el test PCR y dio negativo. Sigo conviviendo con una contagiada en casa, puedo contagiarme en cualquier momento y mi jefe me obliga a trabajar en el restaurante cada día”, explica.
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