Ignacio Giménez nunca olvidará la primera vez que recogió un cadáver. “La sensación de tocar esos tobillos fríos…”, rememora. Era el de una mujer atropellada, se dedicaba a limpiar casas y volvía de su jornada laboral cuando un coche se la llevó por delante. Giménez realiza esta labor como voluntario junto a otros 46 hermanos. Él es presidente de la Hermandad de la Sangre de Cristo, una cofradía dedicada desde la Edad Media a hacerse cargo de cadáveres y acompañar a las familias en Zaragoza. Ahora son los que reciben la llamada de la policía cuando hay un homicidio, un accidente de tráfico, un suicidio o una persona abandonada. Unos 500 fallecidos al año. En 2020 ampliaron sus servicios a los muertos por covid, porque las funerarias no daban abasto.
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