Naves de mayoristas, hipermercados y almacenes de material para el hogar iluminan la avenida de la Terrosa, en Vilanova i la Geltrú (Barcelona). A última hora de la tarde, la carretera y los aparcamientos de estos comercios son un hervidero de vecinos montados en sus coches que apuran el tiempo antes del toque de queda por la pandemia del coronavirus. Al otro lado de la avenida, en un paisaje anodino de extrarradio, unas luces llaman la atención. Es el Gran Circo Universal, con destellos intermitentes de colores que coronan su carpa y los rótulos de las taquillas, encendidos como si todo estuviera listo para abrir. Dentro de su perímetro viven 20 personas, aisladas en sus caravanas a la espera de que vuelva el público.
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