“Hemos sido víctimas de nuestro propio éxito. Gestionamos tan bien la primera ola del coronavirus que nos creímos invencibles”. La socióloga Dana Hamplova resume así lo que ha sucedido en República Checa, que ha pasado de ser un modelo de contención y gestión de la pandemia a encontrarse ahora entre los países del mundo con las mayores tasas de infección diarias. La mañana del viernes los checos batían un nuevo récord diario: 8.618 nuevos infectados, su recuento más alto en un solo día desde que estalló la crisis sanitaria en primavera, en un país de apenas 10 millones de habitantes. Pero no son los únicos. Desde primeros de septiembre el aumento vertiginoso de contagios se extiende como una nube negra por el centro y este de Europa. Día tras día se multiplican los casos. Vuelven las restricciones. Desde Praga a Budapest, Varsovia, Bratislava o Bucarest, los médicos advierten de que empiezan a escasear las camas, los respiradores, el personal. “En Polonia el número de hospitalizados se ha duplicado en los últimos 10 días. Empezamos a estar exhaustos”, cuenta Wojciech Szczeklik, jefe de Cuidados Intensivos del hospital militar de Cracovia.
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