Con la pandemia, son muchos los bares y restaurantes del país que dependen de las terrazas para tratar de sobrevivir, debido a las restricciones de aforo o incluso la prohibición de consumo en el interior de los locales. Para mantener la clientela con la llegada del frío, las ventas de estufas exteriores se han disparado. Si bien los expertos coinciden en que el impacto ambiental de estos aparatos resulta complejo de medir y es bastante menor que el de otras fuentes de contaminación mucho más importantes en las ciudades, como los coches, su proliferación en las calles supone un mensaje contradictorio cuando lo que se pretende es reducir drásticamente las emisiones y el despilfarro de energía.
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