La Compañía de Jesús en España ha decidido pagar “compensaciones” económicas a las personas que hayan sido víctimas de abusos sexuales por miembros de su orden, en un paso sin precedentes en la Iglesia española, que hasta ahora se ha negado tanto a investigar los casos del pasado como a asumir el pago de indemnizaciones. El único caso puntual registrado hasta ahora fue el acuerdo de los Maristas de Cataluña con las familias de 25 víctimas de abusos en colegios, que pactaron el pago de 400.000 euros el mes pasado.
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La contabilidad de casos en España de EL PAÍS: 123 desde 1986
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“Es justo que algunas víctimas pidan ahora cantidades astronómicas”
Los jesuitas ya han pagado al menos una vez, según han admitido, una compensación económica a una víctima. Fue en 2002 y abonaron 72.000 euros a Ángel Plaza, que hoy tiene 51 años y sufrió abusos en Salamanca del jesuita José María Sánchez Nieto (en la imagen). En otros seis casos han admitido que han costeado las terapias de las víctimas. En el caso de Plaza, fue su psicóloga la que le sugirió que debería pedir una compensación, como una forma de que los jesuitas asumieran su responsabilidad. Que lo hicieran tuvo un efecto terapéutico, le ayudó en su recuperación: “El hecho de pedir una indemnización es una forma para la víctima de reconocer interiormente la importancia del daño y la capacidad de enfrentarlo. Si los jesuitas reparten limosnas sin que las víctimas hayan participado en ese proceso de forma activa, no creo que el proceso vaya a ser curativo. La pregunta que me hizo mi terapeuta fue: ¿cuánto dinero pedirías por el daño sufrido? Creo que es justo que algunas víctimas pidan cantidades astronómicas, porque el daño es fundamentalmente irreparable y en algunos casos les ha conducido al suicidio”.
“La primera vez que un jesuita habló de dinero conmigo fue en Salamanca, en 1996. Me dijo: “Estas cosas se solucionan como en EE UU, con dinero”. A mí me pareció una reflexión obscena viniendo de un jesuita que se había significado por la opción preferencial de los pobres. Pero en 2002 empecé una terapia. Mi terapeuta vivía en otro país y la factura era considerable. Yo pensé que todos esos gastos deberían de ser pagados por los jesuitas, siendo ellos los únicos responsables de todo aquel lío”. Su terapeuta le pidió que calculara una cantidad que considerara justa y pidió 12 millones de pesetas, unos 72.000 euros. Pero pidió tres cosas más: una carta oficial escrita por la Compañía donde reconocieran los hechos; otra del agresor en la que le pidiera perdón a él y a sus padres; y por último, que le informaran de lo que iban a hacer con el religioso a partir de ese momento y que no estuviera nunca más en contacto con menores. “Solo se ocuparon del punto 1, el dinero”.