Algunos de los que se horrorizan ante las escenas de violencia callejera en Barcelona, Madrid o Linares, protagonizadas por jóvenes encapuchados o que se hacen selfis a cara descubierta entre contenedores en llamas, fueron jóvenes con camisetas del Che, que quisieron tomar los campus emulando a Dani el Rojo y presumían de haber corrido delante los grises. La rebeldía juvenil, que bebe del idealismo pero a menudo muta en furia destructiva, es un fenómeno recurrente en la historia. La mayoría de revolucionarios de ayer fueron madurando, o aburguesándose, y muchos son hoy profesionales, directivos o concejales, dueños de un piso o de un chalé adosado.
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