En pleno arranque de las clases para millones de alumnos en toda España, la ansiedad acumulada durante los últimos meses por padres y profesionales educativos está llegando a su clímax. No es para menos, y el desasosiego es más que legítimo. Es evidente que la situación epidemiológica no invita a ningún optimismo, ya que de hecho todas las comunidades —con la única excepción de Asturias— superan con creces (¡algunas incluso en más de 30 veces!) la incidencia máxima recomendada que la Organización Mundial de la Salud considera como aceptable (10 casos por cada 100.000 habitantes) para una reapertura de las escuelas segura. La incertidumbre además ha ido en aumento por la percepción (bastante acertada) de que los deberes se han hecho mal y tarde.
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