A Ana Saavedra su pareja y padre de su hija le clavó un cuchillo en el cuello y le rajó la tiroides. Era 2001, no había ley ni ayudas y el agresor solo fue condenado a seis fines de semana de arresto domiciliario. A ella, vecina de Betanzos, municipio gallego de 13.000 habitantes, la gente la miraba con reprobación y desconfianza: “Me decían: ‘Algo harías…” Logró salir a flote, estudió Derecho y fundó la asociación Mirabal, que desde hace una década atiende a víctimas de violencia machista en 17 Ayuntamientos rurales de la provincia de A Coruña. Ahora es testigo todos los días de las dificultades añadidas que se sufren en los pueblos para combatir esta lacra.
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