El temor al azote del coronavirus ha acelerado confinamientos y restricciones sociales en varios municipios españoles. A diferencia de Madrid, que mantuvo hasta este martes un pulso con el Gobierno por su negativa a confinar la comunidad, Castilla-La Mancha, Castilla y León, La Rioja o Murcia se han apurado a limitar actividad y movimientos en sus zonas con mayor transmisión del virus. A falta de umbrales de riesgo comunes —hasta este martes a última hora, cuando se anunciaron tres criterios numéricos para aplicar restricciones, entre ellos el de una incidencia acumulada de 500 casos por 100.000 habitantes—, las comunidades han ido actuando por su cuenta. Con esos 500 casos, Castilla-La Mancha ha cerrado locales culturales y prohibido el consumo en la barra del bar en Talavera de la Reina; Castilla y León, en cambio, ha esperado a tener una incidencia superior a 1.000 casos por 100.000 habitantes en Medina del Campo, El Carpio (Valladolid) y Sotoserrano (Salamanca) para limitar los accesos a estos municipios. Los expertos insisten en que no hay una sola receta contra el virus y las medidas se deben adaptar a la realidad epidemiológica de cada zona.
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